Trastornos alimenticios en adolescentes

Se caracterizan por la presencia de una alteración persistente en la conducta alimentaria, la que puede causar deterioro físico, emocional y social.

“Muchos jóvenes han decidido modificar su alimentación con fines positivos para ellos y/o para el ambiente sin consultar a especialistas; otros lo hacen para satisfacer ansiedad y preocupación; o por una distorsión de la imagen corporal. Sin embargo, un cambio de dieta repentino puede llevar a desarrollar un trastorno de conducta alimentaria (TCA)”, explica Karina Navarro, psicóloga infantil de Vidaintegra.

Dentro de los principales TCA, se encuentran la anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, rumiación (regurgitación repetida y continua de los alimentos), restricción de ingesta (no por el aumento de peso, sino debido ciertas características tales como el color, textura, aroma, sabor, etc.), pica (comer cosas que no son alimentos, por ejemplo, papel, barro, suciedad o cabello), entre otras.

Síntomas

Si bien, dependen del tipo de trastorno, los signos de alarma pueden ser:

  • Evitar comidas
  • Llevar una dieta altamente restrictiva
  • Preparar alimentos, en lugar de consumir lo que la familia come
  • Consumir grandes cantidades de alimentos con alto contenido de azúcares o grasas
  • Tomar suplementos dietéticos o laxantes para disminuir el peso
  • Realizar ejercicio en exceso
  • Acudir al baño durante las comidas
  • Pérdida del esmalte dental y callosidades en los nudillos debido a los vómitos
  • Consumir grandes porciones de alimentos durante las comidas
  • Mostrar depresión, enojo, vergüenza o culpa en relación a los hábitos de alimentación
  • Comer a escondidas
  • Apartarse de las actividades sociales
  • Obsesionarse con el peso
  • Buscar defectos frente al espejo
¿Qué hacer?

La profesional indica que es muy importante que la familia esté atenta a los síntomas, no hay que ignorarlos. “Debemos observar a nuestros hijos, conversar con ellos, escucharlos, no criticarlos. Eso nos ayudará a obtener la información adecuada para llevarlo a una evaluación oportuna con psicólogo, psiquiatra, nutricionista o nutriólogo”, señala la profesional.